Hay personajes en todos los ámbitos quienes son fácilmente reconocibles por sus nombres de pila, sin necesidad de agregar los apellidos, o incluso se los identifica por sus apodos. Por ejemplo, si uno dice John, Paul, George y Ringo, todo el mundo sabe de quienes se trata. En polo, cuando decimos Adolfito, sabemos que estamos hablando del mejor jugador del mundo. Pero como las cosas se van renovando, hoy, en este loco loco 2020 el polo ya tiene una dupla que prácticamente no necesita presentación y que son dinamita, juntos o separados. Ellos son Barto y Jeta.
Por Alejandra Ocampo
Barto y Jeta son hermanos. Barto tiene 19 años y Jeta 17. Son dos adolescentes que desde hace años se dedican a jugar al polo; y aunque por sus venas corre la mejor sangre de polo, no lo hacen por herencia familiar sino por decisión propia. Porque sus padres, Lolo Castagnola – múltiple campeón en Palermo, un back temperamental que hacía temblar la Catedral con su pelo largo y look hippón - y Camila Cambiaso – hermana de un tal Adolfito - , nunca les impusieron eso de seguir la tradición, sino que dejaron que los chicos decidieran. Y sabemos que es así, porque hay un tercer hermano varón (además de una niña, Lola), Benicio, que no juega al polo. Sí, anda por los palenques como asistente, con su boina y sus bombachas de campo, pero no le interesa jugar al polo.
Quien esto escribe recuerda haber hablado con Lolo una tarde de 2001, en Palermo, el segundo año de La Dolfina y en el que iban a ganar el Abierto. Lolo confesó que todo lo que estaba armando era para sus hijos. Por ese entonces, Barto era un bebé de casi dos años, y Jeta estaba en la panza de su madre, listo para salir, a punto de explotar en la Catedral. Sus padres ya estaban dejando el legado para sus hijos; el campo – La Natividad, en La Pampa y Cañuelas y los caballos. Eso sí, sin presiones, sin obligaciones.
Cuando llegó el momento, cuando Barto y Jeta decidieron que jugar al polo iba a estar bueno, sus padres Lolo y Camila fueron claros – si van a ser polistas, van a esforzarse, desde abajo, trabajando, aunque tuvieran el campo y los caballos. ¿Estaban dispuestos? Claro que sí. No iban a llegar solo por el hecho de ser “los hijos de”, sino ponerse a trabajar duro para llegar a la cima.
Así, y siempre con la camiseta de La Natividad, y cuando Barto y Jeta aún eran muy chicos, uno podía darse una vuelta por la sección torneos de la AAP y ver que los hermanos estaban anotados en cuanto torneo se realizaba. ¿Cuántos? Muchísimos, perdimos la cuenta. Pero lo cierto es que no dejaban de jugar, de perder, de ganar, de practicar, de entrenarse, de conocer a fondo los caballos, de saber cómo y cuál jugar; de escuchar los consejos que les daba su padre, ese back poderoso y temperamental, de look hippon con sus collares y su pelo largo abajo del casco, que acumuló siete títulos en Palermo, y que más tarde iba a llevar a La Natividad a la Triple Corona, y a otros torneos también. Como aquella tarde inolvidable de 2016, en la que Lolo y sus dos hijos ganaron una de las copas más importantes del polo argentino, la Copa República Argentina, esa sin tope de hándicap. Lolo no cabía en sí de orgullo.
Barto y Jeta son muy diferentes entre sí. Barto, el mayor, es el cerebro, el “serio”, el que está ahí cuando se lo necesita, del tipo de jugador más clásico. Ese que aparece en la jugada crucial, que puede llegar a definir un partido importante, el que te da el pase en el momento justo. Jeta es el temperamental, el “pequeño demonio”, ese que con tan solo 12 años, y montado sobre una yegua que parecía demasiado grande para él, ya era un temerario goleador, que se iba solo a los mimbres, desafiando incluso a jugadores más grandes y más experimentados.
La suma del talento con los valores que sus padres les inculcaron, dieron por resultado a Barto y Jeta, la sensación del polo mundial.
La Cancha 2 de Palermo de pie ante el partidazo que La Natividad le había hecho a Las Monjitas. Hacía tiempo que un equipo no causaba sensación en el Abierto
En el 2019 dieron el gran golpe cuando ganaron la Gold Cup en Inglaterra, y en Argentina clasificaron para jugar Palermo. Fueron los únicos que llenaron a tope la cancha 2 en la Catedral, en los partidos de las 2 de la tarde. A la par de la clasificación y el Campeonato Argentino Abierto de Polo, se las arreglaron para jugar y ganar otros torneos, entre ellos, el Campeonato Abierto Juvenil, ante su primo, Poroto (por cierto, otro que no necesita presentación). Y como si eso fuera poco, el debut en el Abierto no pudo haber sido mejor, ya que se metieron directo en la Triple Corona 2020.
Pero Barto y Jeta no se quedaron ahí nomás. El 2020 ya pinta aún más espectacular. Juntos, llegaron a Inglaterra para jugar con Les Lions/Great Oaks, ser finalistas del Prince of Wales Trophy y de la Gold Cup, y ganar la Queen’s Cup. De ahí fueron a Francia, y en París se separaron – Barto siguió con Les Lions (que cambió el Great Oaks por el Panarea), y Jeta pasó a una de las organizaciones históricas de ese país, Talandracas. Y le pusieron el mejor broche de oro a un Open de France espectacular, que celebró sus 20 años, en una final para el recuerdo, un mano a mano entre los dos hermanos. Que el trofeo se lo haya llevado el mayor, es anecdótico. Lo importante fue ver a Barto y Jeta frente a frente por primera vez en una definición de alto nivel.
Temporada europea 2020.
Ahora, en breve, a Barto y Jeta los espera ahora la Triple Corona 2020, un año loco si los hubo, en que los veremos debutar en la cancha 1 de Palermo con La Natividad junto a Nachi du Plessis y la vuelta de un 10 goles, nada menos que Polito Pieres. Las expectativas sobre este cuarteto son enormes sin dudas.
El camino de Barto y Jeta hacia la gloria recién comienza, porque los vamos a ver ganar infinidad de torneos aquí, allá y en todas partes durante muchísimos años.
Pero detrás de esta gloria reciente, hay mucho trabajo, esfuerzo y dedicación, valores y principios que sus padres, Lolo y Camila inocularon en sus hijos. Esa cultura del trabajo que hoy, lamentablemente, parece estar escaseando. La Argentina y el mundo necesitan más Lolo y Camila, más Castagnolas, más Natividades, más Barto y Jeta para demostrar que con esfuerzo, dedicación y trabajo, valores y principios de vida, todo es posible.
Por Alejandra Ocampo Fotos: Christian Grosso, Wendy Fld photography, Justine Jacquemot, Images of Polo, Mark Beaumont, Archivo Prensa Polo
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