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Segundo Copello, un argentino suelto en Tagmersheim, Alemania


Retomamos un clásico de PrensaPolo. Un argentino suelto en… donde contamos la historia de algún paisano amigo perdido en cualquier punto del planeta, pero jugando al polo, o vinculado a este mundo. Llegamos a Segundo Copello, un ameghinense de 32 años, técnico en Producción Agropecuaria, y polista desde hace unos 13 años. Maneja el Tagmersheim Polo Club, en el municipio homónino donde viven apenas unas mil personas, dentro del estado de Bavaria, al este de Alemania.

Por Joaquín Etchepare.

¿Cómo es tu vínculo con el polo? Mi vínculo con el polo nace cuando era chico, mi abuelo tenía un campo en La Cumbre, Córdoba. Él siempre jugó al polo y nosotros de chicos nos instalábamos ahí con todos mis primos y ya a los 7 u 8 años arranqué ahí a jugar solo en los veranos. Después, a mis 14 años, mi abuelo vendió el campo, llevó todos los caballos para Ameghino por lo que empecé a jugar con Joshe Lartirigoyen, que tenía una quinta de polo al lado de mi casa, y luego a jugar prácticas en el Club de Media Luna ahí en Ameghino.

¿Cómo llegás a Alemania?

A Alemania llegué en el 2011, vine por que en 2010 estaba trabajando en Shanghai, China, en el club de Nine Dragons y ahí fue que conocí a una pareja de alemanes que vivían allí en ese momento y se habían comprado un club en Alemania, en un pueblo que se llama Tagmersheim. Nos entonces propusieron a mí y a mi hermano venir a trabajar con ellos al club y arrancar todo de cero. Así que en 2011 vinimos por primera vez… cuando llegamos acá no había absolutamente nada, no había ni canchas, estaban terminando de construir las caballerizas, no había caballos. A los 10 días ya empezaron a llegar los caballos que compraron en Tailandia, algunos en Argentina, nosotros trajimos otros caballos y se fue armando de a poco. El primer año ni siquiera cuidábamos acá en el club porque no teníamos nada terminado, cuidábamos en un club de acá al lado que se llama Wallerstein, que era de unos amigos de los dueños hasta que se iban terminando las caballerizas. Después se hizo la cancha y a los tres o cuatro meses nos pudimos instalar en el club.

¿Cómo es el día a día?

Acá somos un grupo de seis personas, así que el trabajo diario es el cuidado de caballos, darles de comer, varear. Yo también estoy con otro profesional que damos clases y todos los miércoles se juegan prácticas. Durante la temporada casi todos los fines de semana tenemos torneos. Algunos son acá en el club, generalmente tres por temporada, y sino los fines de semana salimos y jugamos torneos en Austria, Frankfurt, Múnich, Berlín, todo por la zona de Alemania. Ahí es cuando también tengo que coordinar un poco toda la logística de los torneos y organizar los equipos.

¿Te acompaña alguien en Alemania? Yo familia no tengo, tengo a mi novia que ella viaja y me acompaña algunos meses. Mi hermano Joaco también está en el lugar donde laburo y mi cuñado que viene con mi hermana generalmente, así que estoy bastante en familia. Además, el grupo que tengo es muy bueno y se hace bastante llevadera la temporada y la distancia.

¿Qué recordás de la primera temporada? Vinimos con mi hermano y de petisero habíamos traído a un amigo así que estábamos con dieciocho caballos entre tres, trabajando bastante con todo medio nuevo. Había mucho por conocer, los movimientos de Alemania, el idioma, andábamos medio perdidos, pero estuvo muy buena la experiencia.

Recuerdo una anécdota que nos pasó con el perro de mis patrones, que es como un hijo. Después de una práctica se me había subido a mi camioneta y el patrón me pidió que se lo lleve a la casa, a lo que dije que ningún problema… Yo estaba con un tráiler con caballos, con mi hermano y el petisero. Cuando cruzo una vía el tráiler me toca abajo, entonces salgo a ver que este todo bien… cuando abrí la puerta se me escapó el perro, ¡salió disparando! Lo corrí 3 cuadras, pero era imposible alcanzarlo. A todo esto, eran las 7 de la tarde, ya estaba oscuro, por lo que lo perdimos de vista en un segundo. Ahí tuve que llamar a mi patrón que ya había llegado a su casa y contarle que le había perdido el perro... Inmediatamente salió para el lugar donde estábamos, a unos 40km. La historia termina bien, por suerte, y luego de dos largas horas apareció el perrito en un campo.

¿Qué te llama la atención de tu lugar allí?

Yo vivo en un pueblo muy chiquito en el interior y me llama mucho la atención la eficiencia que tienen para el trabajo y la tecnología que tienen en cuanto a la agricultura, como aprovechan a fondo cada lugar, cada espacio de tierra que es muy chico. Son increíblemente autosuficientes en cuanto a energía, ¡cada casa tiene sus paneles solares en el techo! Y el reciclado que hay también me sorprende, el reciclaje acá es impresionante como lo manejan. Es increíble.



¿Qué es lo mejor de tu trabajo? Lo bueno de mi trabajo es primero que hago lo que me gusta, después que vivo en verano todo el año, por que termina la temporada acá en Alemania y me voy para Argentina. Pero por otro lado está lo malo, que para mí es dejar Argentina… se extraña la familia, los asados, amigos; pero el resto es positivo.

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